martes, julio 06, 2004

[columna 01] Ojos que no ven o este corazón tan miope.

Todas las mañanas cuando despierto, lo primero que hago es buscar mis anteojos. Siempre los busco en el mismo lugar, siempre con la precisión metódica de saber que si los lentes no fueron colocados ahí la noche anterior, en la mañana perderé tiempo valioso en buscar algo parecido a unos lentes con la única ayuda del tacto. ¿Alguna vez han intentado buscar algo perdido con los ojos cerrados?

Veo mal desde que tengo 6 años y uso lentes desde los 7. La imagen mental que yo tengo de mi siempre viene acompañada de mis lentes. Cuando me sueño, es con anteojos, y he tenido pesadillas donde perder mis ojos postizos ha sido el hilo de terror que condujo mi sueño hasta sumirme en una miopía onírica insoportable.

A ojo de buen cubero los problemas de la vista son la más común de las discapacidades, si uno voltea alrededor es casi imposible que no haya alguien portando esos armazones con micas de policarbonato de fondo de botella, o su equivalente de metacrilato dentro del ojo en forma de lentes de contacto.

Sin embargo, si cualquiera de nosotros busca la lista de las discapacidades más comunes, encontrará que las relacionadas con la vista aparecen relegadas hasta el octavo o noveno lugar, ya que solo se considera discapacidad cuando uno ha perdido mas del 90% de la visión, así que todos aquellos que usamos lentes de fondo de botella pero que aún vemos no somos cuantificados más que en el “ya casi estas ciego, pero todavía ves”.

Mi ego se siente relegado. Y no porque quiera yo ser considerado discapacitado o, en lenguaje políticamente correcto, una persona con capacidades especiales, sino simplemente porque desde los 7 años he tenido que soportar motes, apodos y referencias al uso de estos adminículos para ver, que considero una rotunda gandalles que ni siquiera se me considere como parte de una estadística.

Cuatrojos, cegato, cuatro lámparas, ojos de botella, topo, ciego, ojos de lupa y frases como: “!Chale, con tus lentes veo el futuro¡”, “un poco más y usas perros de contacto”, “¿no te mareas?”, o la muy inocente “¿ y sí ves bien?”, son solo algunos de los improperios que los que usamos lentes tenemos que oír más de una vez en la vida.

Siempre he pensado que de quererlo, tendría derecho a estacionarme en los lugares reservados para discapacitados. Total si me quito los anteojos, aunque veo manchas de luz, créanme que soy completamente nulo para navegar en este mundo. Nunca lo he hecho, ya que solo imaginarme la discusión bizantina entre los “polis” y yo, tratándoles de explicar que mi miopía y astigmatismo deberían ser considerados y que por lo tanto, el que no me dejen estacionarme en esos lugares representa un cierto grado de discriminación, me resulta completamente obsceno. Como si usar lentes fuera distinto a usar muletas o sillas de ruedas.

Muchas veces también me han preguntado si acaso no pienso en operarme, a lo cual mi respuesta siempre es: “primero estoy ahorrando para la operación de cerebro”, acto seguido siempre tengo que dar explicaciones sobre mi propia percepción, que si los lentes me favorecen porque me tapan un poco la cara, que sin lentes me siento como desnudo, y una sarta mas de explicaciones inútiles y malogradas, ya que nunca he podido argumentar en un cien por ciento la simbiosis existente entre mis lentes y yo.

Créanlo o no, los lentes ya son una extensión obligada de mi cuerpo, son una percepción sensorial constante, son realmente como un brazo, o como una parte más que conforma mis ojos. Y como tales, sufro cuando ya no pueden cumplir con su labor de hacerme ver claro este mundo.

Mis anteojos han estado siempre en los momentos fundamentales de mi vida. Cuando acabé la escuela se graduaron conmigo, se apersonaron en los primeros besos que dí, de los cuales nunca salieron bien librados ya que siempre quedaron embarrados con una marca de mejilla. Se han empañado con el calor generado por algún otro cuerpo junto al mío. Cuando corriendo bajo la lluvia de la mano de alguna mujer, se derritieron con el agua al igual que mi corazón. Incluso cuando alguna chica intento arrebatármelos pensando que así sería más cómodo para mi el acurrucarme a su lado, se defendieron con estoicismo hasta volver a su lugar por encima de mis orejas.

Soy un cuatrolámparas empedernido, y aunque el rayo láser y las técnicas quirúrgicas estén sustentadas en tecnologías de la era espacial, mis lentes y yo, aún no vemos el día en que habremos de separarnos, ese día mis anteojos se llevaran los recuerdos más borrosos mientras yo me hago de la vista gorda.•

Comentarios, perros lazarillos, sugerencias o mentadas a:
dicho_al_lecho@yahoo.com.mx


[Sugerencias Bibliográficas]
• La Novela del Adolescente Miope
Mircea Eliade
Monte Avila Editores Latinoamericana
ISBN 9800109099

• Ensayo sobre la ceguera
José Saramago
Alfaguara
ISBN 9681908716

[Sugerencias Musicales]
• Amor Ciego
Gilberto Santa Rosa

1 comentario:

Avelino Gómez dijo...

QUE DIVERTIDO. DE AHORA EN ADELANTE USARÈ LENTES. SOLIDARIDAD ANTE TODO.