lunes, enero 29, 2007

[Columna 01, año 4] Todo dura hasta que se acaba… empezar de nuevo.

El ser humano tiene la tendencia de moverse en ciclos. Todas las culturas han basado sus principios cosmogónicos en estos patrones de repetición naturales. Años, estaciones, mareas, ciclos lunares, ciclos menstruales, ciclos astronómicos, el niño, apariciones de cometas, el día y la noche o la rotación de Venus. Todos son ciclos que pueden predecirse más o menos con exactitud matemática, y todos son ciclos que han influido en nuestra psique para que percibamos al mundo como una serie de principios y finales constantes.

Abrimos o cerramos ciclos en el trabajo, con la pareja, con nuestras familias, con la paga mensual, con los cumpleaños, con el fin de año o de milenio, y con el solo hecho de invocar un ciclo, siempre vendrá implícito que algún día algo empezó que tendrá un cierre a la vuelta final. Incluso hemos inventado “el Karma”, como al posibilidad de extender esa vuelta más allá de los ciclos más comunes en años o centurias, y llevarnos así la oportunidad de solucionar o cerrar un ciclo en la vida próxima. Ad infinitum, hasta que alguna vez, ese ciclo también se cierre.

El concepto de ciclos, nos permite reinventarnos cada vez, nos da espacio para un inicio nuevo, y nos cobija con la esperanza de la corrección ante un posible fallo. Nos otorga una puerta de salida y al mismo tiempo una de entrada, como si cada vez tuviéramos una hoja en blanco delante de nosotros, esperando la siguiente mancha de tinta con la que cerraremos la espiral infinita de los ciclos.

Sin embargo, el ciclo se contrapone a la permanencia, y el ser humano en su caos existencial, combina estas dos ideas antagónicas constantemente, dando lugar a una angustia irremediable. Jurar amor eterno a sabiendas de que el amor se acaba cumplido su ciclo romántico. Sentirse vivir para siempre, mientras el ciclo del cumpleaños nos recuerda que cada vez somos más viejos. Sentirse dueño de las cosas a sabiendas de que al final del ciclo de la vida, no podremos llevarnos nada. Prometernos al fin, que ahora sí, con este año nuevo haremos todo lo que en años anteriores solo hemos relegado hasta el siguiente comienzo.

Es por esta insensatez, que hoy estoy aquí de nuevo escribiendo esta mentada columna. Terapia cíclica de principios y finales para reencontrar lo que forma mis ciclos vitales.
Lo único que prometo es que esta vez, la escritura durará hasta que se acabe y de vuelta a comenzar.

[Sugerencias Bibliográficas]
Continuidad en los parques
Julio Cortazar

[Sugerencias Musicales]
•The loop
Morrisey

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