martes, septiembre 21, 2004

[columna 08] Peor que un gusano, medio gusano.

El otro día caminaba alegremente por las calles del barrio, simplemente perdiendo el tiempo y disfrutando de la luz y el cielo que las lluvias han dejado de color azul deslavado, cuando de repente sentí como la suela de mi zapato apachurraba algo de una consistencia muchas veces más suave que el concreto de la acera.

Cuando volteé para ver que había pisado, ahí estaba aún retorciéndose medio gusano gordo y negro con sus pelitos amarillos. El pobre azotador había perecido bajo la presión ejercida por mi peso y yacía destripado y sufriendo. Así que terminé por aplastarlo completamente.

Al verlo ahí embarrado sobre el pavimento me percate que hace años no veía uno y recordé que cuando era niño, durante todo el verano y un poco del otoño, cuando salíamos a caminar en las calles alrededor de la casa teníamos que comenzar a cuidarnos de esta plaga de púas amarillas que podían causar estragos sobre la piel debido a la afición de estos gusanos a dejarse caer desde las alturas en cualquier momento.

Al ir caminando se podía ver a algún azotador por la banqueta, y ver uno significaba que adelante habría cientos colgados de algún árbol devorándose sus hojas. Y si acaso no se llegaba a ver ninguno arrastrándose por la calle, se podía descubrir su presencia cuando bolitas negras diminutas empezaban a multiplicarse por miles alrededor de los árboles, puro excremento de gusano devolviéndole nutrientes a la tierra.

Como si de extraterrestres se tratara, estos gusanos un buen día aparecían por cientos sin que nadie supiera como es que habían llegado hasta la copa de los árboles, tal pareciera que furtivamente se hubieran instalado durante la noche cuando nadie vigilaba las hojas de los colorines, su alimento preferido, y una vez instalados ahí, maquiavélicamente se prepararan a morir aplastados entre una rechoncha nuca y una mano, no sin antes dejar su marca de fuego sobre la piel.

Hay dos teorías (o al menos son las que yo conozco) del porque estos gusanos reciben el popular nombre de azotadores, la primera y más sencilla es que estos gusanos se dejan caer de los árboles, es decir se azotan contra el suelo o contra lo que vaya pasando por debajo de ellos justo en el momento en que están practicando su deporte extremo.

La segunda versión se remonta hasta tiempos de los romanos en la cual los prisioneros eran fustigados con látigos. A los verdugos encargados de dejar en carne viva a los esclavos y prisioneros a golpes de cuero se les llamaba azotadores. Mel Gibson se encargó de dejar muy en claro el papel de estos personajes en su tan comentada película La pasión.

Los gusanos azotadores hacen lo mismo con sus púas de vivos colores, cualquiera que haya recibido a un gusano azotador de golpe sobre la piel desnuda, sabe lo que significa el escozor, la hinchazón y el tremendo dolor que esto provoca. Una autentica arma química viviente de doce centímetros de largo.

Sin embargo a principios del otoño, un buen día los árboles que habían servido de guarida para estos insectos rastreros, quedaban pelones, ni hojas, ni gusanos quedaban en sus empobrecidas copas.

Tan repentinamente como habían llegado, se habían marchado. Sin embargo, con un poco de observación se podía vislumbrar que habían dejado tras de si una serie de capullos regordetes armados de hojas y seda. Pegados en las cornisas de las casas, en los nudos de los árboles, en los lugares más insólitos habían quedado estos seres alienígenas que estaban sufriendo su transformación final. Después de algunos días los capullos harían aparecer la siguiente plaga a la cual habría que temerle el resto del otoño: Unas mariposas negras enormes, que bien podrían pasar como mensajeras de designios malditos.

Y pues ahí me tienen mirando un gusano aplastado, como si hubiera descubierto un fósil que por un momento, me hubiera ayudado a recuperar una parte de la historia de la ciudad en la que he vivido. Observaba sus pelos amarillentos y sus intestinos regados ya sin el temor infantil de ver cientos de sus congéneres en un árbol y con la conciencia intranquila por saber si acaso no habré aplastado al último gusano de su especie.

Comentarios, azotones, sugerencias o mentadas a:
dicho_al_lecho@yahoo.com.mx


[Sugerencias Bibliográficas]
• Ataca el gusano vampiro
R.L. Stine
Emece Editores
ISBN 9500420465

•Banquete de gusanos
Eusebio Ruvalcaba
Colofón
ISBN 9688671320

[Sugerencias Musicales]
• El Gusanito
Dj Sam
Reggaeton underground
Aries Records

[Sugerencias Cinematográficas]
• Joe's Apartment
de John Payson
con Jerry O'connell
Warner Studios
ASIN: 6305308888


• A Bug's life
de John Lasseter
con Kevin Spacey y Dave Foley
Disney/Pixar Animation
Studios
ASIN: B00001U0DR

viernes, septiembre 03, 2004

[columna 07] ¡Viva México cabrones!, patriotismos de fiesta y argüende.

El 15 de septiembre de cada año, todas las mexicanas y mexicanos (muy de moda) nos reunimos frente a televisores, en plazas, o en donde nos agarre la vena patriótica, para festejar juntos el rito del grito de Independencia.

Festejamos pues, que por la fuerza heroica de un puñado de valientes, nos libramos de las garras de los españoles mal vivientes y conquistadores, gachupines gandallas que querían vulnerar nuestra tierra, nuestras riquezas y a la madre patria, que ya había dejado de ser la española y se había convertido en la tierra de españoles nacidos en América y de mestizos compartidos.

Así que cada año, el presidente en turno, sale a su balconcito en palacio nacional a jalar la cuerda de la campana de Dolores, misma que jaló el padre de la patria, y asegún el clima político que reine en el país, se aventará una sarta de gritos recordándonos nuestra libertad, a nuestros héroes y, seguramente este año, nos recordará a la democracia ganada con el esfuerzo del voto útil.

Después del griterío, todos nos embobaremos por un rato con la maravilla de los fuegos artificiales, para después seguir en el argüende, en la jarra tequilera y por supuesto en la comilona de chiles en nogada, esquites, pozole y pambazos. Así, casi todo septiembre, los mexicanos nos volvemos patrióticos y festivos, orgullosos portadores de nuestros símbolos patrios, que acabando el mes volverán a ser olvidados hasta el fervor del siguiente año, o hasta el siguiente partido de fútbol, en el que la selección mexicana ponga los goles a su favor.

El mexican way para enseñar el arraigo patriótico, comienza en las escuelas primarias, donde cada lunes del año escolar (exceptuando en el DF, cuando la contaminación llega a niveles que solo los chilangos y las cucarachas sobreviven) se realiza el ritual nacional de festejar el lábaro patrio. Todos los niños saludan al escudo con el águila en la nopalera devorándose una serpiente y desentonan el himno nacional, convocando a masiosare quien se vuelve un ser mitológico que siempre será el extraño enemigo de todos los mexicanos.

Esta instrucción patriótica se refuerza con la ruda comparación y mítico hecho histórico de los niños héroes y la invasión norteamericana al castillo de Chapultepec. Verdaderos niños que dieron la vida por su país, y no mocosos inútiles como esos que hojean el libro de texto gratuito donde en letras de oro vienen escritos los nombres de Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Francisco Márquez, Juan Escutia, Vicente Suárez o Fernando Montes de Oca, todos ellos enmarcados para siempre en la historia como nombres de calles o centros deportivos.

La verdad que cuando yo estudié esta parte de la historia, me sentí un inútil comparado con aquellos niños que habían dado la vida por su país, habían elevado el estándar de la entrega y el compromiso con la patria a un nivel donde yo, que apenas si salía a dar la vuelta en bicicleta, nunca alcanzaría. Al menos no me imaginaba envolviéndome en la bandera y arrojándome al vacío para impedir que un ejercito extranjero hiciera mal uso del estandarte.

Nuestra instrucción cívica, además de incluir estos hechos gloriosos acometidos por seres ideales y perfectos, se complementa con el aprendizaje nemotécnico de los artículos constitucionales, y cual pericos, todos los escuincles en edad de aprenderse de memoria hojas y hojas de las leyes fundamentales del país, lo harán para repetirlas en sendas horas de clase, donde maestras diligentes, calificaran con diez a quien mejor memoria fotográfica posea.

Muchos otros serán lo acontecimientos que como buen mexicano tendremos que conocer de la historia para empaparnos del sentir patriótico. Frases como " matemos gachupines", "si hubiera parque , usted no estaría aquí", o acontecimientos verdaderamente de superación como el de Benito Juárez que siendo un pobre indio oaxaqueño llegó a ser presidente y el benemérito de las Américas, cualquier cosa que eso signifique. O la gran lucha revolucionaria con sus caudillos históricos (a uno de los cuales debo mi nombre) y sus resultados en reformas agrarias e institucionales. Todos ellos grandes hechos que colman nuestras sienes con virtud y sapiencia de lo que significa ser mexicano.

Es entonces, Septiembre el mes de la patria®, donde con suerte, los días del festejo podrán aprovecharse para un puente y tomarse un merecido descanso en las playas más llenas o en los balnearios más atascados. Para pasear por las avenidas principales llenas de adornos luminosos y destellos coloridos de verde, blanco y rojo, para sacar del armario rebozos, huipiles y camisas de manta. Para colgarle al auto importado una banderita en el espejo retrovisor o en la antena y sentarnos en nuestros laureles patrios a disfrutar un pambazo y los fuegos artificiales. Y como no ¡Viva México, cabrones!

Comentarios, libros de texto gratuitos, sugerencias o mentadas a:
dicho_al_lecho@yahoo.com.mx


[Sugerencias Bibliográficas]
• Libros de texto gratuitos
Dirección General de Materiales y Métodos Educativos
Secretaría de Educación Pública, Comisión Nacional De Libros de Texto Gratuitos.

•Esbozo de Historia de México
Juan Brom
Editorial Grijalbo SA de CV
ISBN 9700509370

• El Credo Mexicano
Ricardo López Méndez
Apachurra aquí para leer

[Sugerencias Filmográficas]
•¡Que viva México!
Sergei M. Eisenstein
Eduard Tisse

[Sugerencias Televisivas]
• El vuelo del águila
Enrique Krause y Fausto Ceron –Medina
Con Manuel Ojeda, Diana Bracho y Salma Hayek

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